diumenge, 21 d’abril del 2013

Transgénicos: ¿20 años alimentando o engañando al mundo?

Persisten los mitos y crecen las mentiras, vivamente alimentadas por la industria, sobre los supuestos beneficios de los cultivos transgénicos. Estos engaños se pueden resumir en cinco: que alimentarán al mundo, que producen más, que eliminarán el uso de los agroquímicos, que coexisten armoniosamente con otros cultivos y que son absolutamente seguros para el medio ambiente y la salud.Desmontar el engaño es sencillo, sólo se trata de echar una mirada, desapasionada y objetiva, a lo que de verdad está pasando en el campo, con datos de la propia industria. La conclusión, después de veinte años de siembra transgénica comercial, es clara: ninguna de las promesas se está cumpliendo, más bien todo lo contrario. Veamos los cinco puntos uno por uno.
Un articulo de GRAIN, publicado en la revista Soberanía Alimentaria, numero 13.
PRIMER MITO. Los cultivos transgénicos eliminarán el hambre en el mundo.
Este es probablemente el argumento favorito entre quienes promueven esta tecnología. Lo repiten en todos los escenarios, ‘no podemos alimentar a un mundo con cada vez más personas sin el uso de los transgénicos’.
Pero hay tres constataciones que ponen las cosas en su sitio:
  • Los datos de la FAO muestran claramente, año tras año, que a nivel mundial se producen alimentos más que suficientes para alimentar a todo el mundo. El hambre no es meramente una cuestión de productividad, es una cuestión de acceso a la tierra y al resto de recursos necesarios para producir alimentos. ¡El hambre, en definitiva, es consecuencia de la pobreza y la exclusión!
  • Los cultivos transgénicos que hoy se producen a nivel comercial no están pensados para para combatir el hambre presente en los países del Sur. No hablamos de cereales destinados directamente a la alimentación de personas sino que hoy, la casi totalidad del área plantada con transgénicos en el mundo, se reduce a cuatro cultivos: soja, maíz, colza y algodón. Los tres primeros se dedican casi por entero a la producción de piensos para ganadería en EEUU y Europa; combustibles para coches y aceites industriales; y el último se usa para fabricar ropa.
  • En cambio, sí que existe –y muy dolorosamente -una correlación directa entre los cultivos transgénicos y el incremento de hambre en el mundo rural. En países como Brasil y Argentina las gigantescas plantaciones de maíz y soja transgénica – allí les llaman desiertos verdes – expulsan a las gentes de sus tierras y les privan –les roban- de su medio de subsistencia. Y, efectivamente, la consecuencia es hambre, miseria e intoxicaciones para mucha gente del campo. ¡Los cultivos transgénicos ocupan millones de hectáreas de tierras agrícolas fértiles que podrían usarse para producir alimentos!
El año del primer cultivo comercial de OMG sufrieron los efectos del hambre en el mundo unas 800 millones de personas, ahora, con millones de hectáreas cultivadas con OMG la cifra ha amentado a más de 1000 millones. ¿Por qué?
SEGUNDO MITO. Los cultivos transgénicos producen más
Esto, más que un mito, es de nuevo una mentira. Genéticamente hablando, la productividad de un cultivo es demasiado compleja para poder manipularla tan fácilmente, se trata de seres vivos y complejos, no jugamos con piezas de ‘lego’. Depende de muchos factores genéticos pero también de muchos otros elementos. E incluso si ‘todo estuviera en los genes’, la clase científica nunca ha logrado transferir y hacer funcionar más de dos o tres genes a la vez. ¡El gen de la productividad no existe!
Esto se muestra claramente con datos en el país donde han estado sembrando transgénicos desde hace más tiempo: EE.UU. El estudio más amplio y riguroso al respecto lo elaboró la Union of Concerned Scientist que analizó el historial de 20 años de cultivo transgénico en este país. Su conclusión explica que la soja y maíz transgénicos, modificados para resistir altas dosis de herbicidas, no tienen más productividad que las plantas y métodos convencionales. También calculan que del incremento de productividad que han tenido las cosechas de maíz en los últimos 20 años, el 86% se ha debido a métodos y prácticas convencionales. Otros estudios muestran que la productividad de los transgénicos es actualmente más baja que la de los cultivos convencionales.
No debemos perder la realidad de vista pues, como veremos más abajo, las empresas transgénicas solo han logrado llevar dos novedades de sus laboratorios al campo en los 20 años o más que llevan investigando, y ninguno de las dos tiene que ver con la productividad.
TERCER MITO. Los cultivos transgénicos eliminarán los agroquímicos
Más bien lo contrario. Esta afirmación muchas veces viene acompañada con el ejemplo del llamado gen ‘Bt’, extraído de la bacteria Bacillus thurigiensis que produce una toxina que mata a ciertos gusanos. Insertado en cultivos como el maíz y el algodón, estas plantas producen dicha toxina evitando –decían- así la necesidad de fumigarlas. En el fondo es como si la planta se ‘autofumigara’ durante las 24 horas del día. Pero los problemas no tardaron en aparecer y, con tantas toxinas en esos monocultivos, los gusanos están rápidamente desarrollando resistencias. Además, aparecen todo tipo de ‘plagas secundarias’ que antes no existían y a las que se responden con más productos químicos. En definitiva, el uso de agrotóxicos no desaparece.
La otra ‘innovación’ que nos han traído las corporaciones transgénicas son plantas que incorporan un gen que permite fumigarlas con altas dosis de herbicidas sin que se vean afectadas, ya que son ‘tolerantes’ a determinadas sustancias químicas. Esto permite por ejemplo fumigar las plantaciones a gran escala con avionetas desde el aire año tras año en el mismo sitio, lo que ha facilitado la tremenda expansión del cultivo de soja a nivel mundial. En Argentina hace treinta años la soja casi no existía, y ahora ocupa más de la mitad de todas sus tierras agrícolas. Y si en 1995 se usaban unos 8 millones del herbicida glifosato, ahora esta cantidad sobrepasa los 200 millones de litros para sostener la producción de soja transgénica. El uso de herbicidas se ha multiplicado por más de 20.
En EE.UU. pasa exactamente lo mismo, los transgénicos tolerantes a herbicidas han abierto las compuertas para un uso masivo del glifosato y otros herbicidas. En 2011, en este país las y los agricultores que cultivaron sus campos con estas semillas usaron un 24% más herbicidas que sus colegas que sembraron cultivos convencionales. La razón: las malas hierbas empiezan a desarrollar resistencia al químico. Su llamada revolución trae más problemas que soluciones.
CUARTO MITO. Se respeta el derecho a decidir, pues los transgénicos coexisten pacíficamente con los demás cultivos.
Otro argumento esgrimido por quienes promueven los transgénicos es la libertad de decisión –que cada agricultor o agricultora decida por sí mismo usar o no transgénicos, no hay ninguna imposición. Pero este argumento pasa por alto una ley fundamental de la biología: las plantas de la misma especie se cruzan entre ellas, y más temprano que tarde los genes insertados artificialmente en los cultivos transgénicos acaban apareciendo en los cultivos convencionales.
En Canadá el masivo cultivo de colza transgénica ha llevado al extremo de que prácticamente no existe colza no contaminada genéticamente y, desde luego, anuló el floreciente cultivo ecológico de colza. En el maíz, otro cultivo que se cruza fácilmente con sus hermanos, hay también muchos casos de contaminación genética alrededor del mundo.
La introducción de semillas transgénicas es especialmente alarmante cuando se trata de la contaminación de variedades locales. México es centro de origen y diversificación del maíz, y hace años las comunidades campesinas indígenas ya ven como sus variedades de maíz empiezan a mostrar características raras. Diversos estudios confirman que las causas tienen que ver con la contaminación del maíz transgénico de EE.UU. Si, tal como propone el gobierno de México, se permite a las empresas multinacionales sembrar hasta 2,4 millones de hectáreas de maíz transgénico, no solo tendremos un atentado contra la soberanía alimentaria de estos pueblos, sino que también arriesgaremos la biodiversidad de un cultivo que alimenta a millones de personas alrededor de todo el mundo.
Y en Aragón, en el Estado español, desde 2005 las organizaciones campesinas y ecologistas están denunciado que en más del 40% del grano ecológico se encuentran trazas transgénicas, y esto imposibilita su venta como alimento ecológico o libre de OMG.
Pero lo más perverso de este falso argumento de libertad es cuando se observa cómo las corporaciones transnacionales fuerzan a las y los agricultores a pagar por semillas que nunca han sembrado. En EE.UU. la compañía Monsanto ha llevado a centenares de agricultores y agricultoras a los juzgados bajo la acusación de infringir sus derechos de propiedad intelectual. Detectives de Monsanto, como cobradores del frac, circulan por los campos de EEUU en la búsqueda de genes ‘suyos’, de agricultores que hayan reproducido los granos antes comprados o, en muchos casos, de campos contaminados por cultivos transgénicos cercanos. Con esta estrategia la compañía, además de lograr cobrar millones de dólares, consigue asustar a agricultores y agricultoras que acaban cediendo y compran las semillas de Monsanto para no correr ‘riesgos’. Es decir, – que ¡cada agricultor escoja….. lo que a las empresas les interesa!

Transgénicos, una ciencia que no avanza:
Los transgénicos están en manos de muy pocas empresas, la más conocida Monsanto, que junto con Dupont, Syngenta, BASF, Bayer y Dow dominan la mayor parte de las investigaciones y patentes transgénicas, acaparan el 60% del mercado mundial de semillas y controlan el 76% del mercado mundial de agroquímicos.
La ‘ciencia’ de tales empresas solo ha conseguido dos aplicaciones. Por un lado los llamados cultivos tolerantes a herbicidas y, por el otro, los que llevan el gen Bt, que les dota de poder insecticida.
En el pasado 2012, el 59% del área cultivada comercialmente con transgénicos en el mundo fueron cultivos con tolerancia o resistencia al herbicida glifosato –el herbicida patentado originalmente por la misma multinacional Monsanto-, el 26% son cultivos insecticidas con el gen Bt, y el 15% llevaban las dos características.
Después de más de 20 años investigando y de millones de euros en inversiones ¿hay que hablar de ‘revolución biotecnología’ por un par de novedades? Las aplicaciones reales que hoy tienen los transgénicos demuestran cuáles son los verdaderos intereses de la industria, que se convierten en riesgos para la salud y los ecosistemas, y dependencia para las y los agricultores.

Y EL QUINTO MITO. Los transgénicos son seguros para la salud y el medio ambiente.
La seguridad ‘sanitaria’ de los cultivos transgénicos, como poco, hay que cuestionarla. Hagámonos una pregunta, en esta red de agricultura industrial donde las empresas transgénicas controlan despachos de las oficinas de seguridad alimentaria y dictan sus propias normas, ¿les entregamos nuestra salud, así sin más? La soberanía alimentaria pasa indudablemente por que sea la población quien ejerza el control de lo que come.
En estos momentos nuestros platos se sazonan con alimentos que modificaron su ADN y con una alta carga de pesticidas, y parece que nada podemos hacer o decir. La preocupación se redobla con algunas constataciones muy serias en el uso de OMG y sus herbicidas asociados. Un resumen de estos sería:
  • La Academia Americana de Medicina Ambiental (AAEM) señaló que “los alimentos genéticamente modificados pueden significar un serio problema para la salud”. Citando varios estudios concluyó “que hay más que una casual asociación entre los alimentos GM y los efectos adversos en la salud” y que los “son un serio riesgo en las áreas de toxicología, alergias, inmunología, salud reproductiva, metabólica, fisiológica y genética”.
  • Los últimos estudios realizados por el Dr. Seralini (explicados en esta misma revista) después de alimentar ratas durante dos años en base a maíz transgénico tolerante al glifosato, demuestran mayor y más pronta mortandad además de efectos hormonales, tumores mamarios en hembras y enfermedades hepatorrenales.
  • Un reciente estudio de la Universidad de Leipzig, Alemania, encontró concentraciones importantes de glifosato, el ingrediente principal del Roundup, en las muestras de orina de la gente de la ciudad. Los análisis arrojaron que todas tenían concentraciones de glifosato de 5 a 20 veces mayor que el límite para el agua potable.
  • El catedrático Andrés Carrasco del Laboratorio de Embriología Molecular, CONICET-UBA, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires, Argentina, dio a conocer los resultados de sus estudios, según los cuales los herbicidas con glifosato causan malformaciones en los embriones de ranas y pollos en dosis mucho más bajas que las utilizadas en la fumigación agrícola. Las malformaciones fueron de un tipo similar a las observadas en la progenie humana expuesta a dichos herbicidas.
Finalmente nadie puede negar su malignidad cuando contamos con testimonios directos de muertes, abortos y enfermedades en seres humanos afectados por el glifosato, como explica la Argentina Sofía Gatica, ganadora del último premio Goldman.
La salud es nuestra, la agricultura es campesina y debemos defender el Planeta para las próximas generaciones, por ello exigimos soberanía alimentaria

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PARA SABER MÁS
Son muchos los estudios que muestran las crecientes evidencias sobre los impactos negativos de los cultivos y los alimentos transgénicos en los temas mencionados. En este enlace se recogen 300 artículos científicos ilustrativos de toda esta información:http://indiagminfo.org/wp-content/uploads/2013/03/Scientific_Papers_Compiled_March_2013_coalition-for-a-gm-free-india.pdf
Otras fuentes de información:
www.grain.org
http://www.etcgroup.org/es/issues/seeds-genetic-diversity



¿Por qué Monsanto es la peor compañía sobre la faz de la tierra?

La mayoría de las personas saben de las atrocidades anti-natura que Monsanto ha cometido, pero para los que no, aquí una lista de ellas.

¿Qué hace Monsanto? Monsanto es una de las multinacionales que abarca el mercado alimenticio, usa una serie de semillas transgénicas para sus cultivos y también abarca el mercado global de pesticidas. Monsanto ha sido criticado también por limitar la variedad de semillas, y por lo tanto cultivos en el mercado, pero esta lista no se compara a otras de las acciones y creaciones en las que ha estado involucrada la multinacional:
  1. Monsanto estuvo involucrada en la creación de la primera bomba nuclear en la segunda guerra nuclear y operó una planta nuclear en la década de los ochenta para el gobierno americano.
  2. En 1944 Monsanto inició con la creación de DDT. Este es un pesticida que después se prohibió en Hungría en 1968, Noruega y Suecia en 1970, Estados Unidos en 1972 y en 2004 durante la Convención de Estocolmo se prohibió su uso, ya que se acumula en tejidos grasos y en la  leche y causa daños irreparables en los riñones e hígado.
  3. Durante la Guerra de Vietnam, Monsanto fue una de las 7 compañías que le dieron Agente Naranja al gobierno de Estados Unidos (sin embargo su fórmula era cien veces más fuerte que las demás) como parte de su programa de Guerra Química. El gobierno de Vietnam estima que a causa del Agente Naranja murieron 400,000 personas y en los años siguientes medio millón de bebés nacieron con defectos.
  4. Somatotropina bovina (abreviado como BST), es una hormona de crecimiento artificial ampliamente utilizada en Brasil, Estados Unidos y México. Ha sido prohibida en el resto del mundo ya que se ha ligado con problemas de salud (cómo cáncer). La hormona es utilizada por Monsanto.
  5. El uso del aspartame fue aprobado en 1974 y para 1998 era el causante principal de quejas relacionadas a los aditivos. El edulcorante no calórico causa dolores de cabeza, diarrea, cambios de humor, vomito etc. también se ha ligado al cáncer y diabetes. Monsanto fundó la compañía a NutraSweet en 1980 y gozó el monopolio de los venenosos endulzantes sin calorías unos años.
  6. Desde la década de los noventa la variedad en semillas (y cómo consecuencia en cultivos) ha disminuido un 90% ya que Monsanto se ha dedicado a comprar todas las semillas y vender exclusivamente las que ellos han manipulado genéticamente.  El problema con esto último es que no sólo han comprado gran parte de las semillas orgánicas, sino han estado comprando a las compañías que venden semillas y así han reducido el número de semillas, y así comida.
  7. La solución de Monsanto a la muerte de abejas no fue analizar y renovar sus tóxicos métodos de cultivo que son demasiado nocivos para la fauna que poliniza las plantas, en vez se han enfocado en un acercamiento completamente anti-natural: abejas biónicas.  

Entonces: ¿Es Monsanto la peor compañía del mundo? Es probable que lo sea, pero esto es en gran parte porque lo permitimos y hasta lo alentamos al comprar sus productos en vez de apoyar a productores locales y orgánicos. El problema con Monsanto es que es difícil detectar sus cultivos, no vemos en el supermercado jitomates o manzanas que dicen Monsanto. Para evitar comer sus productos (o los de las otras multinacionales como Cargill, Halliburton, Bechtel, o De Beers) hay que enfocarnos en consumir sólo productos orgánicos. Los alimentos procesados indudablemente tendrán algún producto/ingrediente transgénico, criado y formulado reteniendo químicos y pesticidas. Algunas de las marcas que utilizan productos Monsanto, que deberíamos evitar a toda costa son:
monsanto compañías 


dimarts, 9 d’abril del 2013

La Alfalfa del desierto


 alfalfa


Estos últimos años hemos conocido y denunciado el fenómeno del acaparamiento de tierras, que realizan grandes empresas y estados que a través de diferentes acuerdos con países principalmente africanos, logran quedarse con las mejores tierras, donde existen más recursos hídricos, para cultivos dirigidos a abastecer su propio mercado.
Aquí podemos encontrar países europeos, pero también países con economías emergentes como es el caso de Arabia Saudí. Este fenómeno tiene impactos brutales en el derecho a la alimentación y en la propia soberanía alimentaria de los pueblos, por la menor producción de cultivos dirigidos a la alimentación de la población local, la expulsión de campesinos/as, la pérdida de biodiversidad y esquilmación de reservas hídricas esenciales, etc..
Pero este fenómeno no es exclusivo de países africanos, sino que aquí mismo en nuestro país empezamos a vivir este fenómeno, eso sí en una forma más sofisticada, más subcontratrada
Así vemos como en los últimos años en diferentes comarcas cerealistas, se está implantando y creciendo exponencialmente el cultivo de alfalfa, que una vez deshidratada se exporta principalmente a Arabia Saudí, como insumo básico para su enorme industria ganadera.
Se trata del nuevo dorado para estás empresas, que han visto como la cifra de hectáreas dedicadas han llegado el año 2012 a 175.000 en toda el Estado, siendo Aragón y Castilla León las principales productoras.
Pero en realidad se trata de enormes monocultivos en manos de empresas que necesitan una gran cantidad de consumo de agua, ya que un 78% de alfalfa en este país se cultiva en regadío con un consumo medio de agua se sitúa en unos 7.000 m3/ha, poniendo por tanto en peligro acuíferos, cuencas etc.. y llevando a la aparición de nuevos conflictos por el agua entre los mismos agricultores que pierden capacidad de riego para sus cultivos tradicionales
Pero nada de esto importa, se trata de hacer negocio, así este año España producirá 1,9 millones de toneladas y se destina a mercados exteriores 1,1 millones, empujados por la gran demanda de países del Golfo Pérsico como Emiratos Árabes o Arabia Saudí, convirtiéndonos en uno de sus principales suministradores, pero incluso desde el propio sector empresarial advierten de la propia insostenibilidad económica debido a la dependencia del Golfo tiene sus aspectos negativos, ellos marcan el precio y marcan también la demanda, algo que puede cambiar en cualquier momento..
Pero el fin del cuento ya lo sabemos y alguien debería explicar al Ministerio de Agricultura y distintas conserjerías de agricultura involucradas en el desarrollo de este modelo exportador porque Arabia Saudí importa alfalfa, y es que ellos en los años 90 decidieron cultivar alfalfa para alimentar a su mega industria ganadera y al poco tiempo como no podía ser de otra forma en un país que escasez de agua, los acuíferos colapsaron, perdieron el 60 % de su agua fósil, y decidieron encargar la producción a otros países.
Pero claro, aquí nos sobra el agua.
Javier Guzmán
Director de VSF Justicia Alimentaria Global
 http://agoranordsud.wordpress.com/2013/04/04/la-alfalfa-del-desierto/

dilluns, 4 de març del 2013

¡ALERTA!: El herbicida más usado en todo el mundo, más tóxico de lo esperado

UN ENGAÑO AL DESCUBIERTO
El glifosato es el “principio activo” del RoundUp, el herbicida más usado en todo el mundo y propiedad de la conocida multinacional Monsanto. En el Estado español se ha promovido como “herbicida benigno” pero su afección al medio y los seres vivos puede ser muy grave, algo preocupante porque su uso está generalizado en sistemas agrarios emblemáticos como el olivar andaluz, el cítrico valenciano, acequias de riego y otros cultivos extendidos por toda la Península, y también en patios escolares y jardines públicos.
Varios son los estudios que muestran la toxicidad del glifosato, los más recientes publicados el año pasado por el profesor Séralini, demostrando que tanto los líquidos (por ejemplo el agua del grifo contaminada con RoundUp) como alimentos derivados de plantas rociadas por dicho herbicida son tóxicos.
Pero la nueva alarma surge de un reciente estudio de la Universidad de Caen, Francia y publicado por la revista científica “Toxicology” (i), donde prueban a través del estudio de nueve herbicidas que contienen glifosato (incluyendo el RoundUp de Monsanto), la alta toxicidad de un componente llamado POE-15 (tallowamina polietoxilada).
Aunque es frecuente que en las etiquetas de los herbicidas no mencionen la presencia de componentes adicionales como el POE-15, estos son fundamentales en su función de ‘coadyuvantes’ y permiten estabilizar el glifosato y su penetración en el tejido de la planta al disolver la superficie encerada de las plantas y las membranas de las células vivas. Por lo tanto, dichas “formulaciones” pueden afectar a todas las células vivas, incluyendo las humanas. Es inadmisible que la composición exacta del RoundUp está clasificada como confidencial, igual que es inadmisible que los coadyuvantes son a menudo caracterizados toxicológicamente como “inertes”.

UN COCTAIL PELIGROSO EN NUESTROS JARDINES Y MESAS.

El estudio citado ha sido realizado por CRIIGEN, un miembro institucional de la Red Europea de Científicos por la Responsabilidad Social y Medioambiental (ENSSER, ) (ii), y demuestra una toxicidad adicional en los herbicidas analizados del tipo RoundUp con respecto a la ya conocida toxicidad del glifosato.
Para declarar como seguro el uso comercial de un herbicida tipo RoundUp, tanto las agencias sanitarias y ambientales como las empresas fabricantes de pesticidas, evalúan los efectos de estos herbicidas testando el glifosato puro en los mamíferos pero no los efectos de las “formulaciones”, es decir, los efectos del glifosato potenciado por coadyuvantes como el POE-15.
Como consecuencia, las evaluaciones de control actuales así como el nivel máximo autorizado de residuos en el medio ambiente, alimentos y pienso son a todas luces insuficientes.

EL HERBICIDA QUE ACOMPAÑA A LOS CULTIVOS TRANSGÉNICOS

El glifosato en sus diferentes presentaciones, como el preocupante RounUp, se extiende por todo el mundo gracias a los cultivos transgénicos puesto que una de las modificaciones genéticas más extendidas en las plantas transgénicas es precisamente ‘convetirlas’ en tolerantes a este herbicida. Así, al fumigar un campo con glifosato toda planta muere excepto las transgénicas.
Los estudios mencionados sobre la toxicidad del glifosato y sus coadyuvantes llegan en un momento crítico para la población europea puesto que en estos momentos en la UE se están debatiendo la autorización de nuevos cultivos transgénicos resistentes al glifosato (iii). Las organizaciones firmantes exigimos que dichos estudios se tengan bien presentes.
glifosato 

PROCESOS INSUFICIENTES

No sólo se deben cuestionar las autorizaciones de herbicidas como el Roundup o los cultivos transgénicos que necesitan de su aplicación, sino que los propios métodos y procedimientos de evaluación y autorización deben revisarse por completo. Esta revisión debe llevarse a cabo de una forma transparente que incluya las distintas posiciones de la comunidad científica. Los paneles y las agencias encargadas de la evaluación del riesgo de estos productos se han basado, hasta la fecha, en las conclusiones de Monsanto en lo que se refiere a su seguridad. Dichas decisiones deben ser rebatidas por su laxitud y por las prácticas secretistas que evitan evaluaciones completas y transparentes. El acceso a toda la información sobre los efectos de los herbicidas en la salud debe estar garantizado por ley.
Las organizaciones firmantes hacemos un llamamiento a la revisión del proceso de aprobación de plaguicidas que incluya la evaluación de toxicidad a largo plazo de su formulación completa, tal y como se venden en el mercado y se utilizan en el medio ambiente.
Ponemos además en cuestión un modelo de producción regido por intereses exclusivamente corporativos y económicos y que no se enfocan a garantizar un derecho humano básico como es el derecho a una alimentación sana y suficiente.
Frente a esta realidad está en peligro el modelo según el cual millones de campesinos y campesinas en el mundo producen alimentos para la mayoría de la población, de manera sana y respetuosa con su entorno y el resto de seres vivos. El máximo relator de Naciones Unidas para este derecho, Olivier de Schutter (iv) afirma que la agroecología es un modo de desarrollo agrícola que ha demostrado que da resultados para avanzar rápidamente hacia la concreción de ese derecho humano. Este modelo agroecológico es incompatible con herbicidas y transgénicos.

Organizaciones firmantes:

Amigos de la Tierra
Alianza por la Soberanía Alimentaria Córdoba (ASACO)
Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU)
Ecologistas en Acción
Instituto de Sociología y Estudios Campesinos (ISEC)
Observatorio de Soberanía Alimentaria y Agroecología Emergente (OSALA)
Perifèries
Plataforma per la Sobirania Alimentària del País Valencià
Red de Semillas
Revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas
Salvia
Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE)
Som lo que Sembrem

Font. revistasoberaniaalimentaria.wordpress.com

divendres, 25 de gener del 2013

Ocupando el sistema agrícola y alimentario


 Esther Vivas

Se han ocupado plazas, bancos, viviendas, aulas, hospitales e incluso supermercados. Se han desobedecido leyes y prácticas injustas. Hemos reivindicando más democracia en la calle, en las instituciones, en la banca… Una marea indignada ha cuestionado y ha puesto en jaque al actual sistema económico, financiero, político… pero es necesario llevar esta indignación más allá. Y uno de los temas pendientes, entre muchos otros, es ocupar, algo tan básico, como el sistema agrícola y alimentario.
Todos nosotros comemos. Alimentarnos es fundamental para sobrevivir, pero, y aunque puede parecer lo contrario, no tenemos derecho a decidir sobre aquello que consumimos. Hoy un puñado de multinacionales de la industria agroalimentaria deciden qué, cómo y dónde se produce y qué precio se paga por aquello que comemos. Unas empresas que anteponen sus intereses empresariales a las necesidades alimentarias de las personas y que hacen negocio con algo tan imprescindible como la comida.
De aquí que en un mundo donde se produce más alimentos que en ningún otro período histórico, 870 millones de personas pasen hambre. Si no tienes dinero para pagar el precio, cada día más caro, de los alimentos ni acceso a los recursos naturales como la tierra, el agua, la semillas… no comes. Asimismo, en los últimos cien años, según la FAO, ha desaparecido un 75% de la diversidad agrícola. Se produce en función de los intereses del mercado, apostando por variedades resistentes al transporte de largas distancias, que tengan un aspecto óptimo…, dejando de lado otros criterios no mercantiles. El empobrecimiento del campesinado es otra de las consecuencias del actual sistema agroindustrial. Se apuesta por un modelo agrario que prescinde del saber campesino, subvenciona la agroindustria y donde la agricultura familiar y a pequeña escala no tiene cabida.
Un sistema en que los alimentos viajan una media de cinco mil kilómetros antes de llegar a nuestro plato. Se prima, por un lado, la producción en países del Sur, explotando su mano obra y aprovechándose de unas legislaciones medioambientales muy laxas, para luego vender el producto aquí. Y, por el otro, multinacionales subvencionadas con dinero público producen en Europa y Estados Unidos muy por encima de la demanda local y venden su excedente por debajo de su precio de coste en la otra punta del planeta, haciendo la competencia desleal a los productores del Sur. Los campesinos del mundo son los que más salen  perdiendo con un modelo de agricultura globalizada al servicio de los intereses del capital.
Conclusión: actualmente contamos con un modelo de agricultura irracional, que genera hambre, pobreza, desigualdad, impacto medioambiental… y que sólo se justifica porqué da cuantiosos beneficios a las multinacionales que monopolizan el sector. No hay democracia en el sistema agroalimentario. Y por eso es necesario reivindicar esa “democracia real” también en el actual modelo de producción, distribución y consumo de alimentos.
Si algo ha caracterizado al movimiento del 15M es el empezar a construir aquí y ahora ese “otro mundo posible” que reivindicamos. Planteando que son viables otros modelos económicos, sociales, de consumo, energéticos, de cuidados… De la ocupación de plazas se ha pasado a la ocupación de tierras para cultivar huertos urbanos, se han creado redes de intercambio, se han organizado grupos de consumo agroecológico. Generalicemos estas prácticas. Y exijamos: soberanía alimentaria. Volver a decidir sobre aquello que comemos, que los campesinos tengan acceso a los recursos naturales, que no se especule con la comida, que se promueva una agricultura, local, campesina y de calidad. Ocupemos el sistema agroalimentario. Sólo así podremos garantizar que alimentarnos sea un derecho para todos y no un privilegio para unos pocos.
*Artículo publicado en la revista Números rojos, nº5.




http://esthervivas.com/2013/01/21/ocupando-el-sistema-agricola-y-alimentario/